De acuerdo a un estudio publicado en julio del 2022 en el portal Bloomberglinea.com, el consumo de productos sustentables creció un 29% en Latinoamérica durante el año 2022. Si bien, este estudio se basó en productos y servicios comprados por internet, no hay duda que la oferta inmobiliaria también se ha venido incorporando a esta iniciativa. Es por eso que encontramos cada vez más proyectos de vivienda que se presentan como ecológicos o sustentables.
Por otra parte, la industria de la construcción es cada vez más consciente de la huella que deja en el planeta, en el que produce cerca del 40% de los gases de efecto invernadero a nivel mundial, además del gran impacto en el consumo de agua y la generación de residuos (En Chile, el Estadio Nacional se podría llenar 15 veces al año con los escombros de la construcción).
En este escenario, se presenta la tentación de aprovechar los atributos de sustentabilidad para poder captar con mayor facilidad la atención de potenciales clientes, sin necesariamente haber hecho el análisis del verdadero impacto que generaría la consideración de cada atributo, y mientras esto no se regule, bien podríamos encontrarnos con proyectos inmobiliarios que se consideren respetuosos del medio ambiente sólo por el hecho de instalar un cargador de automóviles eléctricos en su estacionamiento.
Entonces, ¿cómo asegurarnos que esto no pase? ¿Cómo definir cuáles y cuántos serían los requisitos mínimos en cuanto a atributos de la sustentabilidad se refiere, para que una empresa inmobiliaria cumpla y pueda ser reconocida verdaderamente como sustentable?
Si el departamento de marketing de una inmobiliaria no trabaja alineado con el equipo de desarrollo de proyectos, es muy probable que los atributos que se promuevan no cuenten con algún método de verificación que los certifiquen. Lo anterior, no sólo podría originar la percepción de una publicidad engañosa para el cliente, sino que además, comprometería la responsabilidad de la industria en relación con la enorme huella ambiental que genera, todo lo cual, aumenta la suspicacia de los estamentos que llevan el conteo de emisiones a nivel nacional y estimula una mayor cantidad de controles y restricciones para el rubro.
Una alternativa para evitar caer en el grupo de empresas que utilizan el “Greenwashing”, sea por desconocimiento o de forma intencional, es comenzar por reconocerse como empresas contaminantes y tomar acciones concretas, verificables y medibles para reducir el impacto ambiental que genera en alguna de las distintas etapas del ciclo de vida de un proyecto.
Dado lo anterior, es necesario aprobar la ley de Greenwashing, no sólo para proteger las expectativas que en este sentido se pueda crear el usuario, sino también con el objetivo de resguardar a aquellas empresas que están haciendo verdaderos esfuerzos para llegar a ser parte activa de una industria inmobiliaria responsable con los desafíos climáticos y sociales que tenemos por delante.
Escrito por Sebastián Llanos Pinchart