Recién llevamos medio 2020 y ya hemos vivido como humanidad catástrofes climáticas, una pandemia, revueltas sociales y el reforzamiento de movimientos que llevan años activos, pero que hoy, más que nunca, demuestran cómo las opresiones históricas están interconectadas.
Quien pensaría que luego de 157 años de abolida la esclavitud en Estados Unidos veríamos las postales de hoy en día, de miles de personas protestando porque las vidas de las personas negras importan. Que, en la tercera ola del feminismo, seguiríamos exigiendo en las calles igualdad de derechos, acabar con el machismo estructural y el alto índice de feminicidios. O que, en medio de una pandemia mundial causada, entre varios factores, por el consumo de otra especie, estemos exigiendo cambiar la alimentación vegana para acabar con el sufrimiento animal y disminuir la destrucción que la industria ganadera ha provocado en el medio ambiente ¿Pero, en qué se relaciona todo esto?
En qué parte del problema histórico de la humanidad ha sido el sometimiento y opresión de todo lo que encontramos diferente a nosotros: discriminamos injustificadamente por el género, raza, o especie. Ya lo dijo Angela Davis, filósofa y activista antirracista, feminista y vegana “La liberación humana y la liberación animal están conectadas porque lo están sus explotaciones y las condiciones de sus sometimientos y de sus cautiverios”, dando luces, desde los años 70 de lo que significa la interseccionalidad, es decir, el entrecruzamiento de las opresiones.
Porque quienes utilizan el “All lives matter” en respuesta a “Black lives matter”, o el “Nadie menos” en contra de “Ni una menos” están desconociendo que llevamos toda la vida con falsas supremacías, pero también es lo que pasa cuando movimientos, como el de los Derechos Animales, se apropian de imágenes icónicas de otros movimientos y las comparan frívolamente con la tortura hacia los animales. Lo que tenemos que cuestionar ahora es el sistema que le pone un precio y valor a las vidas (todas) en pro del status quo, pero también respetar la historia y el sentir de otros grupos oprimidos que son protagonistas de sus propias luchas.
Para nosotros, quienes luchamos por los Derechos Animales, nos parece evidente el precio que la industria ganadera le asigna a cada animal explotado y asesinado, y no sólo su valor como ser sintiente, sino que también el alto impacto en el medio ambiente y la salud humana, pero también erramos en desconocer que la interseccionalidad implica abrazar las diferencias de los movimientos por los derechos de las minorías y apoyarlas sin caer en comparaciones burdas o insensibles.
La interseccionalidad debe establecer un acercamiento estratégico a las realidades y problemáticas de otros grupos oprimidos, pero respetar que todos los dolores son distintos, aprender de ellos y tener la empatía que no han tenido con los oprimidos los opresores. Es necesario además el análisis interno en nuestro movimiento, y entender que muchas veces hablamos desde nuestros privilegios, en donde, así como ha ocurrido que el movimiento feminista ha sido predominantemente blanco, en el movimiento por los derechos animales ha sido liderado principalmente por hombres blancos, aun cuando las mujeres representamos casi el 80 % de las personas en el movimiento.
Si somos parte de una lucha, pero desconocemos las injusticias en otros aspectos y no vemos el panorama completo, difícilmente podremos lograr los cambios necesarios para vivir en una sociedad más igualitaria y sin violencia contra las personas de otras razas, pueblos indígenas, mujeres y animales no humanos, pero siempre con el límite de no instrumentalizar al resto como han instrumentalizado a las minorías durante toda la historia.