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Día de Protección de la Naturaleza

Conservación de la Biodiversidad

En las últimas décadas, la conservación de la biodiversidad ha suscitado gran relevancia dentro de las esferas científicas y de la sociedad civil. La principal razón detrás de ello, es el ritmo actual de extinción de especies, el más alto que se haya conocido en la historia del planeta. Esto es reflejado en el reciente informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos, el que señala que «la naturaleza está disminuyendo a nivel mundial a tasas sin precedentes en la historia de la humanidad, y la tasa de extinción de especies se está acelerando…». También señala que -entre otras- más de un millón de especies de animales y plantas están en peligro de extinción; la abundancia de las especies nativas en hábitats terrestres ha disminuido más de un 20 %; más del 40 % de las especies de anfibios, más de un tercio de los mamíferos y más del 33 % de los corales están amenazados. Adicionalmente, las evaluaciones respecto del cumplimiento de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, de las Metas de Aichi del Plan Estratégico para la Diversidad Biológica en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y del Acuerdo de París sobre el cambio climático, señalan que la continua pérdida de diversidad biológica podría poner en riesgo el logro de algunos de los ODS, y algunos de los objetivos, metas y aspiraciones internacionales relacionados con el clima.

Frente a esta situación cabe preguntarnos, ¿debemos o deberíamos conservar la biodiversidad? Esto se ha abordado, en general desde dos visiones: desde su valor instrumental y desde su valor intrínseco. El primero considera la protección de la biodiversidad por los beneficios que se pueden obtener de ella. Aquí, se encuentran por ejemplo, los variados recursos que los ecosistemas nos aportan: comida, combustibles, materiales, medicamentos, compuestos químicos, recursos genéticos, regulación de los ciclos biogeoquímicos, control del clima, mantención de la atmósfera, entre otros tantos; los que tienen además un importante valor económico. El segundo alude a la protección de la naturaleza por su valor inherente, como parte de la vida. El problema -por decirlo de alguna forma- de ambas visiones tiene que ver con que no solemos tomar decisiones personales basándonos únicamente en el valor intrínseco de las cosas o en cómo estas satisfacen nuestras preferencias. Consideramos también la idoneidad de esas decisiones y su relación con las acciones y hábitos que conducen a una vida significativa y satisfactoria. Esto es conocido como «valores relacionales», que son aquellas preferencias, principios y virtudes asociadas a las relaciones tanto interpersonales como aquellas derivadas de políticas y normas de la sociedad. Estos tipos de valores no se hallan en cosas, sino que derivan de las relaciones y responsabilidades con ellas. Así, una preferencia o elección social puede replantearse en función de la coherencia que esta tenga con los valores fundamentales, como la justicia, el cuidado, la virtud y la reciprocidad. Estos valores también se aplican a las interacciones con la naturaleza. Muchas personas creen que su identidad cultural y su bienestar derivan de sus relaciones con el mundo que los rodea, y al ser mediadas por lugares concretos, la tierra asume un valor no independiente de las personas. Además, puede resultar en extremo reduccionista sugerir que la naturaleza existe sólo para proporcionar una utilidad a los humanos. Es así que, aunque los valores instrumentales e intrínsecos son fundamentales para la conservación, el pensar sólo en ellos puede pasar por alto una base fundamental de la preocupación por la naturaleza. Por ejemplo, valores instrumentales pueden difuminarse fácilmente, como ocurre con las ideologías centradas en el mercado y los programas de conservación que implican alguna mercantilización de la naturaleza y privatización de derechos. De esta forma, muchas preocupaciones importantes pueden entenderse mejor abordando la interacción entre ambos aspectos. Los valores relacionales vinculan y animan las consideraciones intrínsecas e instrumentales y permiten resolver, entre otras cosas, dilemas de servicios ecosistémicos que carecen de límites definidos (e.g., servicios culturales).

La política y la gestión ambiental deben tener en cuenta los tipos de relaciones que las personas ya tenemos con la naturaleza y cómo se podrían aprovechar para reducir los efectos negativos de los estilos de vida humanos en los ecosistemas y potenciar los efectos positivos. El periodo 2020-2030 es la década que tiene la humanidad para cumplir con los compromisos adquiridos y generar un cambio evitando así llegar al «punto de no retorno», a través de un «cambio transformador», lo que implica una reorganización fundamental de todo el sistema que abarque los factores tecnológicos, económicos y sociales, incluidos paradigmas, objetivos y valores.

Los motivos por los que nos acercamos a la naturaleza puede que no sean claros. Tal vez se trate de un apego por el mundo natural a través de nuestra filogenia. O quizás se trate de gustos aprendidos durante nuestra ontogenia. En lo personal se refiere a aquellas cosas con las que he crecido, que han llegado a formar parte de mí, y que son parte, en cierto modo, de mi propia identidad. Es por esto que cuando la naturaleza es destruida es como si se destruyera una parte de mi propio ser. Lawton (1991) explicó de forma clara el principal motivo por el que todos debemos conservar la biodiversidad: «debemos conservar a las especies por la misma razón por la que conservamos los conciertos de Mozart, los cuadros de Monet o las catedrales medievales, porque son hermosas».

El planeta Tierra es nuestro hogar, y revertir la pérdida y conservar la biodiversidad es la única forma de restaurarlo y mantenerlo saludable. Es hora de reinventar nuestra relación con la naturaleza y ponerla en el centro de nuestra toma de decisiones, porque somos parte de ella, y las especies que la conforman son nuestros compañeros de viaje. Aún estamos a tiempo.

La naturaleza no nos necesita, nosotros la necesitamos a ella.

por Santiago Parsons. 

Referencias

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  • Chan, K. M., Guerry, A. D., Balvanera, P., Klain, S., Satterfield, T., Basurto, X., … y Woodside, U. (2012). Where are cultural and social in ecosystem services? A framework for constructive engagement. BioScience, 62(8), 744-756.
  • Chapin Iii, F. S., Zavaleta, E. S., Eviner, V. T., Naylor, R. L., Vitousek, P. M., Reynolds, H. L., … y Díaz, S. (2000). Consequences of changing biodiversity. Nature, 405(6783), 234-242.
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  • Lawton, J. H. (1991). Are species useful? Oikos, 3-4.
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