No cabe duda de que la bicicleta está en auge. Se trata de un medio de transporte que cada vez más chilenos eligen como alternativa y que, además de sus múltiples beneficios individuales, genera un impacto positivo en el medioambiente. Sin embargo, la popularidad de la bicicleta no necesariamente ha venido de la mano con la creación de condiciones adecuadas para potenciar su uso. Ahí es donde se abre un desafío y oportunidad para la movilidad urbana: Necesitamos más y mejor infraestructura vial para potenciar su uso como medio de transporte sustentable.
El boom de la bicicleta en nuestro país no es azaroso. De acuerdo con un estudio de Tembici, tras la pandemia, muchas personas optaron por la bicicleta como un medio de transporte que los exponía menos a contagios, y parte de ellos se mantuvo con su uso. Además, el uso de las dos ruedas reporta solo beneficios: genera efectos positivos en la salud, contribuye a la descongestión en el tráfico y el transporte público, y por si fuera poco, es amigable con el medioambiente, al no requerir combustible ni generar gases de efecto invernadero.
Si bien hoy en día son cada vez más las comunas que inauguran nuevas ciclovías, la cancha no es pareja para todos: las diferencias en infraestructura vial para bicicletas, tanto cualitativas como cuantitativas, son abismales entre distintos sectores, convirtiéndose en un desafío del que como sociedad debemos hacernos cargo.
De acuerdo con el Catastro de Ciclovías elaborado por el CNDU, comunas como Santiago, Providencia y Ñuñoa cuentan con amplias redes de más de 20 km de ciclovías cada una, las cuales permiten una conexión intercomunal segura. Notable es también el caso de Temuco, que cuenta con más de 55 km de ciclovías, las cuales incluso conectan la ciudad con localidades aledañas como Labranza, Cajón y Padre Las Casas. Estos ejemplos dan cuenta de que, con redes de ciclovías adecuadas, la bicicleta es un medio de transporte viable y seguro.
Del otro lado de la vereda, comunas como Independencia, La Cisterna y San Miguel cuentan con menos de 2 km de ciclovías cada una, y grandes ciudades como Viña del Mar cuentan con longitudes que no solo son insuficientes, sino que también generan que los ciclistas deban circular por la calle, exponiendo sus vidas en el proceso. De ahí nace la importancia de crear más y mejores ciclovías en donde no las hay.
Desde mi punto de vista, la creación de nuevas ciclovías no solo ayudaría a los actuales ciclistas, sino que potenciaría aún más la llegada de nuevas y nuevos pedaleros. Según un estudio de Tembici, un 62% de los chilenos declara haber aumentado el uso de la bicicleta tras la pandemia, y un 60% indica que incrementaría su uso si hubiese mayor infraestructura. Estas cifras dan cuenta de que como sociedad valoramos la bicicleta, pero que la falta de condiciones óptimas en muchos casos nos limita a usarla menos de lo que quisiéramos.
Como bien mencioné antes, la creación de más y mejores ciclovías no tiene solo efectos individuales, sino también colectivos y ambientales. Según un estudio del MIT del año 2010, el uso de bicicleta genera tan solo 33 gramos de CO2 por milla (lo mismo que caminar), muy por debajo de los 382 gramos por milla que genera un auto. Si tenemos mejores ciclovías, podemos lograr que más personas se animen a pedalear, abandonando el auto y poniendo un granito de arena para frenar la crisis climática que nos aqueja como sociedad.
Todo lo anterior da cuenta de que la bicicleta es un arma poderosa contra el sedentarismo y el cambio climático, y de que la creación de infraestructura vial apropiada es fundamental para potenciar el uso de la bicicleta como medio de transporte sustentable. Las ganas están, pero falta que las autoridades generen esfuerzos coordinados para tener más y mejores ciclovías, de modo que como ciudadanía podamos contribuir al cuidado ambiental de manera segura.
Por: Javier Cataldo