Cuando se habla de greenwashing se suele hacer referencia a las acciones que realiza una empresa para confundir a los consumidores sobre sus prácticas medioambientales, por ello se tiende a creer que el greenwashing es una mala práctica que sólo afecta a los consumidores pero no es así.
Si bien, el greenwashing busca incidir en la decisión de compra de los consumidores, abusando de su preocupación por el medio ambiente y aprovechando su posible falta de conocimientos o experiencia en esta materia, no afecta solamente a los consumidores sino también a las empresas, trayendo impactos negativos a sus distintos grupos de interés, algunos tan graves como por ejemplo: perder inversores, ya que la imagen es un capital de riesgo.
Ya sea por error o intencionalidad, destacar atributos ambientales que no son siempre pertinentes o fiables se ha instalado como una práctica común, llevando a las empresas a caer cada vez más seguido en greenwashing, generando la desconfianza y malestar en el mercado, ya que esto no se trata solo de mentirle al consumidor sino que también, de competencia desleal.
Es ahí donde las empresas que sí lo están haciendo bien, disminuyendo sus impactos ambientales de manera significativa y mejorando la sostenibilidad de sus procesos y productos se ven afectadas directamente por el greenwashing y sus prácticas de marketing, que buscan obtener una ventaja sobre los competidores de manera deshonesta, impactando a nivel comercial y en la imagen del sector al generar desconfianza en el mercado ante cualquier declaración ambiental, es por ello que algunas empresas optan por la práctica de guardar silencio, conocida como greenhushing. Prefiriendo no comunicar sus acciones para evitar cuestionamientos.
El problema de optar por no comunicar las mejoras ambientales es que no se entrega información útil para ayudar en la toma de decisiones conscientes, mientras otras empresas están dispuestas a mentir sobre las mismas.
Es por ello, la urgencia en que se retome el proyecto de ley que duerme en la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara Alta y se legisle al respecto. Esto ayudaría a proteger al medio ambiente, a los consumidores y a las mismas empresas, estableciendo parámetros que aseguren la transparencia y trazabilidad de las acciones corporativas, evitando la manipulación del mercado y promoviendo prácticas más sostenibles que traerán beneficios a todos los grupos de interés.
Carola Moya, CEO de STGO SLOW