En los últimos días nadie ha quedado exento ante la noticia de vaciamiento de residuos radioactivos al Océano Pacífico en Japón, producto de la inundación de la central nuclear en la ciudad de Fukushima en el año 2011, como consecuencia de un terremoto escala 9,1 Richter que desencadenó un tsunami que inundó la planta nuclear de Fukushima. Ante el riesgo de un desastre nuclear de proporciones, fue necesario someter a refrigeración los reactores y es esa agua en cuestión la que el gobierno Japonés ha decido verter al Océano.
Las alarmas de la población internacional se encendieron y una cantidad importante de expertos pertenecientes a diversas áreas salieron a calmar la inquietud y el clamor popular, ante lo que parecía una amenaza para la vida. Sin embargo, llama la atención la serenidad con que organizaciones internacionales aminoran la precepción de riesgo con aseveraciones como “el manejo de estos residuos cumple con la norma internacional”(OMS, 2023).
Efectivamente la norma internacional establece que la emisión de elementos radiactivos como tritio -uno de los elementos que no pudo ser eliminado tras un proceso de tratamiento para el retiro de la mayor parte de residuos radiactivos- en concentraciones mayores a las que se dice volcarán al Pacífico, podrían causar estragos, y que las emisiones que se dispersarán no tienen la capacidad de penetrar la piel ante la exposición externa, y que deberían ser ingeridas en cantidades enormes para provocar daños internos. Sin embargo, surgen las siguientes interrogantes ¿Cómo un Organismo de talle mundial cuyo objetivo principal es alcanzar la salud para todos los pueblos como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente como la ausencia de afecciones o enfermedades, mantenga una visión tan reduccionista de la salud?
¿Seguimos perpetuando como especie la creencia de superioridad sin entender que somos parte de un sistema integrado y que las acciones humanas desencadenan daños, no sólo a nosotros mismos como especie, sino a la biodiversidad componente relevante de este planeta y a quienes lo habitarán en un futuro? Si bien las normas y estándares internacionales concuerdan que el manejo es el adecuado y que no produciría riesgos, es imperioso plantear la transformación desde una mirada antropocéntrica a una ecocéntrica. Y es aquí donde la propuesta de la Salud Planetaria se fortalece otorgando la oportunidad del desarrollo desde una visión integral en donde la transdisciplina emerge como la solución ante problemáticas complejas como la planteada. ¿Es correcto que el mismo organismo cuya misión es salvaguardar el uso de la energía nuclear sea el que toma la decisión de si es perjudicial o no este desastre? ¿O bien, que sea el mismo país en cuestión perjudicado económicamente el que establezca este tipo de manejo a causa de una variable económica?
La conducción y medidas ante situaciones complejas como ésta y a consecuencias que probablemente nos veremos enfrentados en un futuro, no debieran en definitiva estar determinadas por una sola visión –donde además pudiesen existir conflictos de interés-, sino más bien que se desarrollen ante un trabajo colaborativo, entre diversos actores, complementando así las experiencias y el conocimiento, para así logar el equilibrio y Salud de nuestro Planeta.
Escrito por María Teresa Ferrada, Colaboradora de Fundación Basura e integrante de SOCHISAP.