Uno de los puntos más importantes al reflexionar sobre las políticas medioambientales es que son transversales a todo el espectro político. Cuando intentamos clasificar una política ambiental bajo los márgenes clásicos –como los ejes izquierda-derecha o conservación-cambio–, nos encontramos ante un desafío muy interesante. Esto se debe a que, al hablar de crisis climática, esta nos atañe e interpela como humanidad en su conjunto, desdibujando las divisiones tradicionales que antes marcaban posiciones políticas.
Un ejemplo claro de ese carácter transversal radica en la creciente preocupación de la ciudadanía chilena por tener un consumo más sustentable. Las personas están cada vez más preocupadas por consumir productos que no generen un impacto negativo en la salud planetaria y, consiguientemente, que no comprometan el bienestar de las generaciones futuras. Paralelamente, está aumentando el interés de las empresas por ofrecer productos que respondan a procesos sostenibles que nos permitan avanzar hacia una economía circular.
Sin embargo, ese deseo compartido entre consumidores y empresas se ve obstruido por un gran obstáculo: la práctica del greenwashing. Este término se refiere a una comunicación que, intencionadamente o no, engaña a los consumidores al afirmar propiedades verdes de un producto o servicio que realmente no lo posee. Es decir, el greenwashing confecciona una apariencia de sustentabilidad, lo cual oculta procesos productivos que no cumplen realmente con los estándares ambientales que se afirma poseer.
Lo anterior es un problema que no solo afecta a consumidores que buscan productos verdes, sino que también a las empresas que realmente ofrecen ese tipo de productos o servicios. Regular la práctica del greenwashing se convierte así no solo en una cuestión económica, sino que también en un imperativo ético. Necesitamos de políticas públicas que establezcan marcos claros para regular, prevenir y sancionar prácticas propias de competencias desleales como las del greenwashing. Más aún, al ser una problemática transversal que impacta negativamente el medio ambiente, se nos exhorta a actuar con urgencia y celeridad, superando las divisiones ideológicas para proteger nuestro presente y futuro compartido.
De esta forma, enfrentar el greenwashing no solo fortalecería la confianza entre consumidores y empresas, sino que también nos permitiría avanzar hacia una economía realmente circular. Este desafío, contextualizado en la crisis climática de la que cada vez somos más conscientes, nos recuerda que debemos avanzar en políticas públicas con una mirada de Estado que trascienda cualquier diferencia política.
Felipe Arriagada
Coordinador Social y de Campañas de Fundación Basura