A pesar de que aún no se cataloga como una patología, durante la última década las personas expertas han constatado que cada vez son más las personas que sufren un “temor crónico a un cataclismo ambiental”.
Por Daniel Madariaga Urrutia.
En la actualidad ya tenemos más o menos claras cuáles son las consecuencias a las que nos vemos y veremos enfrentados en ciertas situaciones producto de la crisis climática, como los problemas respiratorios relacionados a la contaminación o la escasez hídrica causada por la falta de control en el mercado del agua. Pero esos efectos han sido estudiados por campos lejanos a la psicología, lo que, según un artículo publicado por Mapfre, ha cambiado durante los últimos años.
En el artículo se menciona que desde hace al menos una década los psicólogos vienen investigando cómo la crisis medioambiental afecta nuestra salud mental, principalmente de las generaciones más jóvenes. Es tal el avance de esta afección, que en el año 2017 la Asociación Estadounidense de Psicología (APA) y el grupo climático sin fines de lucro ecoAmerica crearon el concepto de Ecoansiedad, con el objetivo de definir el miedo e inquietud constante al deterioro del planeta.
Prender la televisión, leer los diarios o artículos en internet son métodos para enterarnos rápidamente de lo que pasa en nuestro planeta, y eso nos ha conducido a estar altamente informados sobre los efectos que tiene el cambio climático en el ecosistema, como, por ejemplo, derretimiento de glaciares, muerte de animales, grandes basurales, desastres naturales o sequías.
Producto de ello, cada vez más personas, sobre todo las más jóvenes, que son las que se verán afectadas de mayor forma por tales efectos, han comenzado a sentir cómo su salud mental empeora producto del miedo generado por estas noticias.
“Las causas pueden variar, pero los síntomas suelen ser los mismos y se dividen en psicológicos o emocionales, sentimiento de miedo, temor e inquietud principalmente, y físicos. Los síntomas físicos que suelen estar gatillados por los emocionales son palpitaciones, respiración agitada, sudoración, tensión y sensación de cansancio, entre otros”, afirma el psiquiatra de la UC Pablo Toro.
Esos síntomas se ven reafirmados por los resultados obtenidos de un estudio reciente de la plataforma Avaaz, que trató de una encuesta realizada a 10 mil personas, de 10 países distintos. Según el informe publicado por Avaaz, casi la mitad de los jóvenes encuestados a nivel mundial (45%) asegura que la ansiedad relacionada con el cambio climático está afectando su vida cotidiana: la forma en la que juegan, comen, estudian y duermen.
Además, más de 7 de cada 10 (75%) encuestados cree que “el futuro es aterrador”, y ese porcentaje aumenta al 81% en los jóvenes encuestados en Portugal y al 92% en Filipinas.
CÓMO ENFRENTAR LA ECOANSIEDAD
Con el objetivo de hacer frente a esta afección, la APA recomendó en “Mental Health and our Changing Climate”, del 2017, una serie de pautas.
Creer en la propia capacidad de resiliencia, fomentar el optimismo, impulsar la preparación personal, mantener relaciones con la propia cultura y apoyarse en las redes sociales son algunas de las recomendaciones. Y relacionado con esa última está el activismo, que nos ayuda a compartir nuestras preocupaciones y sentirnos más motivados para actuar, ya que la crisis climática tampoco se puede resolver de manera individual.
Ejemplo de activismo es Fridays for Future, que en su sitio web lo describen como “un movimiento de huelga climática global dirigido y organizado por jóvenes que comenzó en agosto de 2018, cuando Greta Thunberg, de 15 años, comenzó una huelga escolar por el clima (…) Para empezar, estaba sola, pero pronto se le unieron otros. Su llamado a la acción provocó un despertar internacional, con estudiantes y activistas uniéndose en todo el mundo para protestar”.
Aún cuando situaciones como el sobregiro ecológico (concepto utilizado para marcar el momento del año en que la demanda de recursos y servicios ecológicos de la humanidad supera lo que la Tierra puede regenerar en ese año) se vienen dando desde 1970, recién fue en este siglo que se comenzó a tomar real conciencia de lo que enfrentaremos, y eso seguramente se debe a que antes, al no verse los efectos de ese sobregiro, ni siquiera era de interés público.
Si bien hoy estamos contrarreloj respecto de las acciones que hay que tomar para frenar el calentamiento global, o al menos retardar sus efectos, aún es posible hacer un cambio, por lo que es recomendable poner todas nuestras energías en alentar a las autoridades a tomar medidas que realmente ayuden al medioambiente o tomar medidas por nuestra propia cuenta, como reciclar, compostar o cambiar ciertos hábitos poco ecológicos. Eso servirá para mejorar la salud del planeta y nuestra salud mental.