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Las soluciones «milagrosas» para el cuidado del medio ambiente son también dudosas

A diario nos vemos enfrentados a una oferta cada vez más amplia de “empaques amigables con el medio ambiente”, “100% compostables y reciclables”, “libres de plástico”, y así, un sin número de virtudes que suenan demasiado maravillosos como para ser ciertas.

Desde ASIPLA somos los primeros en promover y visibilizar los beneficios ambientales presentes en las innovaciones y soluciones desarrolladas en los últimos años para combatir la creciente generación de todo tipo de residuos. Sin embargo, y de cara a la discusión del Proyecto de Ley de Lavado Verde de Imagen o “Greenwashing”, es clave tener en cuenta tres aspectos fundamentales.

El primero, y tal vez el más importante, es que los consumidores seamos capaces de entender que no existen fórmulas milagrosas ni únicas para enfrentar una crisis tan compleja y urgente como la contaminación por residuos y que, además, aún no hay innovaciones tecnológicas capaces de resolver este problema si cada uno de nosotros no toma conciencia del impacto que generamos en el medio ambiente y modificamos nuestros patrones de consumo.

Dicho esto, y partiendo de la base de que existe esa conciencia ambiental individual, es fundamental disponer de información robusta y fidedigna que nos permita distinguir fácilmente las soluciones que realmente representan un aporte, de aquellas que no lo son.

En la línea con lo anterior, y siguiendo la enumeración de desafíos para evitar el Greenwashing, creemos que es de vital relevancia que las decisiones de marketing de las empresas, sobre todo en el sector de empaques, sean soluciones certificadas o que dispongan de un respaldo técnico que las avale.

Una de las herramientas más efectivas y validadas para medir el impacto ambiental que generan los distintos productos, es el Análisis de Ciclo de Vida (ACV). Esta metodología cuantifica el impacto ambiental asociado a un objeto/envase/aplicación, tomando en cuenta todas las fases de su ciclo productivo, desde la extracción de las materias primas, la producción y distribución, su uso y gestión como residuo en su final de vida.  Este tipo de análisis integral permite mirar y medir el efecto de múltiples aspectos y no solamente aquel asociado, por ejemplo, a la materialidad utilizada para fabricarlo.

Finalmente, pero no por eso menos importante, creemos que es clave mantener un sano equilibrio entre evitar el lavado verde de imagen y resguardar y promover el espíritu innovador de la industria, que en el caso del plástico ya es parte de su ADN.  Hoy nuestro sector ofrece un sinfín de aplicaciones que dependen de todo un ecosistema para ser aprovechadas en su máximo potencial.  Si miramos, por ejemplo, el universo de empaques plásticos 100% reciclables, que en la práctica no se reciclan por la dificultad en su recolección, gestión y pretratamiento, o la falta de demanda del material reciclado, el problema no está en el material, sino en el ciclo de gestión para su fin de vida.

Asimismo, en el mundo de los bioplásticos, también existen cada vez más alternativas de productos compostables, que contribuyen a un fin de vida de los materiales más sostenible, pero estas opciones van un paso más adelante que la cultura y recolección efectiva de residuos orgánicos y la capacidad real instalada de plantas de compostaje.

En definitiva, se requiere de la colaboración y sintonía de todos los actores para avanzar en patrones de consumo más sostenibles, en fomentar y masificar la cultura de reciclaje, en aumentar la  cobertura y capacidad de gestión de los residuos, en asegurar la transparencia y veracidad en la información que entregan las empresas, pero sobre todo, es esencial que cada uno de nosotros entienda la complejidad asociada al cuidado y conservación del medio ambiente y creer en soluciones mágicas además de ser irreal e irresponsable, es una tormenta perfecta para generar un problema ambiental mucho mayor.

Magdalena Balcells, Gerente General de ASIPLA