Por Andrés Villegas
Si una cosa nos han demostrado lxs micólogxs del mundo, como la renombrada chilena Giuliana Furci, es que el reino fungi nos está abriendo nuevas formas de entender el mundo y nuestra interacción humana con él. Y es que estos seres fantásticos y poco conocidos son un pilar fundamental para la vida en la tierra, no tan sólo porque permiten la interconexión subterránea de los bosques en una red simbiótica, sino también porque son los descomponedores por excelencia. Y es este rol ecológico el que permite la magia dentro de los ciclos de materia y energía en el medio ambiente: transformar la muerte en vida, reciclando la materia orgánica en descomposición y convirtiéndola en suelo fértil listo para ser reutilizado nuevamente por las plantas, quienes inician el ciclo nuevamente. De esta forma, encontramos en los hongos una analogía clave para el desarrollo de una economía circular: necesitamos descomponedores en nuestro modelo económico. Es decir, todo tipo de instituciones o empresas que se hagan cargo de darle nueva vida útil a los residuos y logren la mágica tarea de cerrar el ciclo que deja abierto nuestra economía lineal, basada en la extracción y el desecho desproporcionado.
Afortunadamente, existen múltiples iniciativas que se están haciendo responsables de abordar este sector tan imprescindible y desatendido. En Fundación Basura nos hemos encontrado con ejemplos muy variados; desde empresas como Ecocitex que recicla hilo de ropa y textiles, hasta la Asociación Nacional de Recicladores de Chile (ANARCH). Y, a pesar de que existe un interés creciente en estas prácticas por parte de la comunidad que está empezando a permear en el sector público y privado, cabe preguntarse ¿si teóricamente llegáramos a reciclar el 100% de los residuos que generamos, tendríamos entonces una economía circular?
La respuesta es sí y no. Pues, por más que sea una excelente práctica el -reducir, reutilizar y, por último- reciclar, algunos materiales van perdiendo sus propiedades en cada nuevo ciclo: el plástico PET, por ejemplo, puede reciclarse entre 6 a 8 veces máximo, por lo que se sigue dependiendo de la continua extracción de un recurso limitado (como todo derivado del petróleo) y, por ende, obsoleto en una economía realmente sustentable. ¿Qué hacemos entonces? ¿Cómo logramos, no tan sólo cerrar los ciclos, sino también que estos perduren en el tiempo? Pues, como no, los hongos pueden tener la respuesta una vez más: los Biomateriales. Estos son productos compuestos de materia orgánica y por ende, naturalmente biodegradables. En muchos casos, el material está hecho de hongos que están generando alternativas sustentables para materiales como el cuero, el poliestireno (plástico), fibra de vidrio y múltiples tipos de envases. ¡Y es que incluso hay avances biotecnológicos que buscan transmitir electricidad por medio de las redes micelares del hongo, en vez de utilizar metales pesados! Estas redes se asemejan a las raíces de los árboles, pero constituyen un entramado de incontables hifas (hebras) que forman el cuerpo del hongo y que serían el medio para transmitir energía.
¿Por qué es tan prometedor para la economía? Pues, al transitar hacia productos biodegradables, se abre la posibilidad de cerrar el círculo de producción de la forma más natural posible: descomponiendo los residuos y nutriendo el suelo para comenzar un nuevo ciclo. En vez de un vertedero o un relleno sanitario, una compostera. Y es que el 50% de los residuos domiciliarios de hoy en día son justamente materia orgánica que está lista para ser descompuesta y reintegrada a los suelos. Hacernos cargo de esta realidad, tal como lo están haciendo muchos países e incluso comunas como La Pintana, crea un modelo realmente circular en donde su fuente originaria de energía y recursos es la luz del sol, en vez de recursos finitos como el petróleo y posterior plástico. Por eso es tan importante compostar los residuos orgánicos, dejando que la propia naturaleza cumpla sus ciclos y, como dice Fundación Fungi; debemos “Let things rot” (Dejar que las cosas se pudran). Lo cual, viéndolo desde esta perspectiva, es el símil ecológico de lo que promueve Fundación Basura cuando vela por un futuro donde “La basura no exista”. Todo se renueva, todo se transforma, y es hora de aplicar ese conocimiento ancestral en la modernidad, haciéndonos cargo de las “externalidades negativas” que deja nuestro actual habitar en la Tierra y acercándonos a un Buen vivir más armónico con la increíble naturaleza que nos rodea, nos contiene y nos sustenta.