Dame, señor la fuerza de las olas del mar, que hacen de cada retroceso un nuevo punto de partida.
Gabriela Mistral
Océano, majestuoso cuerpo de agua, fuente de inspiración y movimiento. Vivo y cambiante.
Conecta a todo el planeta y, al mismo tiempo, lo alimenta y cuida. Luz, clima, viento, seres vivos, contaminación son elementos que lo modifican e influyen en nuestra percepción del gran pulmón azul.
Sus aguas, modelan esa delgada línea entre el suelo firme y el ambiente marino, llamada costa. Logran crear erguidas estructuras, como también, terrenos llanos paradisiacos. La dinámica oscilatoria fascinante de las olas, generan un gran flujo de energía creciendo y rompiendo sobre la superficie, erosionando la forma de las rocas y transportando las partículas a lo largo de la costa.
El paisaje del océano, vinculador del pasado y del presente, nos refleja los estilos de vida de las personas, nos entrega significado con sus sonidos, formas y profundidades.
Nuestra percepción nos vuelve efímeros ante tal magnitud y perseverancia reinante.
Ante las condiciones que lo amenazan y también a nuestra vida, nacen reflexiones y
preocupaciones:
¿Cómo es el paisaje del océano que buscamos en un futuro?
¿Como queremos percibir sus sonidos, sus vistas?
¿De qué manera relacionar un océano sano y la economía?
Columna escrita por Alexandra Jofré Zoccola
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